Camilla Remoli, Productora de Moda, Técnica en Marketing de Moda, Colaboradora académica de Noun Eventos, Argentina.
El desfile de moda, origen de la más poderosa herramienta de mercadeo, la que más seduce al público especializado y a los observadores, se remonta a los inicios del siglo XIX cuando el “padre” de la alta costura, Charles Worth, hacía lucir a sus modelos los trajes que creaba para sus clientes. Descubriendo así el poder de la imagen en movimiento como instrumento de deseo.
Pero fue la costurera inglesa Lady Duff Gordon, la que introdujo “las paradas de modelos” y las exportó a París y Nueva York. Esta práctica la sistematizó y estandarizó al realizarla en horarios específicos durante varios días seguidos. Lo que actualmente conocemos como la prestigiosa FashionWeek o Semana de la Moda.
Las metas que este evento propone son diversas y a mi parecer cumplen con eficacia los intereses pautados en la agenda de la industria de la moda. El desfile le permite ver a los compradores la colección que más tarde elegirán para sus tiendas, a los periodistas para seleccionar material para las revistas y para evaluar y criticar el trabajo del diseñador y finalmente para que los clientes, el público y los “socialite” se reconozcan.
Los desfiles evolucionaron y trascendieron de su función inicial. El desfile es la puesta en escena teatralizada del concepto que el diseñador desarrolla en su colección. Con puestas más arriesgadas y locaciones alternativas, traspasó el límite de los escenarios clásicos para mostrar las nuevas colecciones. Como ejemplo el desfile crucero de Chanel realizado en El Paseo del Prado en La Habana, Cuba.
Quienes actualmente juegan un rol protagónico dentro de los desfiles son los modelos. A la hora de realizar un casting la creación previa de un Brief resulta ser fundamental. El mismo consiste en un breve documento donde se detalla las medidas, la altura, la performance y la forma de caminar de los modelos. Diferenciando así el estilo de cada diseñador en cada pasada.
La pasarela debe estar acorta distancia de los espectadores para que se observe directamente la exhibición de las prendas. La manera de caminar tiene que verse bien desde cualquier perspectiva ya que un desfile se contempla desde todas las direcciones. “A pie de pasarela” es la técnica más tradicional utilizada por los organizadores a la hora de emplazar la estructura.
Con respecto a las invitaciones, los diseñadores de alta costura prefieren las customizadas y algunos inclusive firman cada una de ellas a mano. Las mismas se convierten en objeto de deseo y cuanto más escasa sea la convocatoria, más deseable será. En París se llegaron a pagar cifras estrambóticas por una invitación a la despedida de YSL.
El “Front Row” o primera fila ocupa un lugar predilecto dentro de la planificación de este evento. En él se encuentran diversas personalidades destacadas de la industria como por ejemplo, la icónica editora de la revista Vogue, Ana Wintour. Celebrities, itgirls, influencers y bloggers mediáticos se alzan como los nuevos y fieles invitados que comparten la limitada asistencia con exclusivos compradores y periodistas.
A modo de cierre puedo concluir que el desfile como evento de moda presenta en sí un interés real por crear cultura de moda. En este show ya no se venden prendas, se vende un estilo de vida. La organización para este evento abarca varios aspectos desde la iluminación para destacar los detalles de las prendas hasta el papel de las invitaciones, cada detalle debe estar impregnado del concepto que se busca plasmar.